Para poder entender y sanar la locura, la inestabilidad y la aparente inseguridad de estos tiempos difíciles, primero debemos aprender a manejarnos a nosotros mismos. Aprender a manejar la energía en el mundo material es una de las razones por la que estamos aquí. Nuestro cuerpo es nuestra primera y más importante responsabilidad y éste sigue en principio vuestras órdenes.

Nuestra intensidad emocional es la carga de poder que hay detrás de las frecuencias de nuestros pensamientos. Lo que sentimos con respecto a nosotros mismos y al mundo en general afecta directamente a las funciones y los sistemas operativos de nuestra forma física.

Los sentimientos se alimentan de las creencias (sobre todo los sentimientos de entusiasmo) y cuando sigamos a nuestros sentimientos siempre nos toparemos con nuestras creencias. Cuando estamos bien con nosotros mismos nuestro mundo exterior nos reflejará este estado mental y, cuando nos sintamos mal y frustrados, también se reflejará en el mundo exterior.

Las limitaciones, frustraciones y bloqueos pueden ser examinados desde una perspectiva reveladora. Si aceptamos nuestra parte en la creación de cualquier situación de nuestra vida (sin culparnos a nosotros mismos ni a nadie ajeno) nos acercamos a ella con la actitud de que todo lo que encontramos tiene un propósito y desbloqueará el victimismo que ha condicionado durante tanto tiempo a la humanidad. Acabar con el victimismo es un paso importante en el sendero de la recuperación del poder.

No obstante, aquellos que eligen vivir una realidad carente de semejante inteligencia emocional se sentirán cada vez más encerrados en un orden del mundo en el cual el sentido de la vida se pierde. Aquellos que eligen el amor (y se atreven a sentir la profundidad de ser) y asumen la responsabilidad de sus acciones y buscan el sentido de la vida se darán cuenta de que un mundo lleno de vida significativa desplegará su inteligentemente escondida presencia.

Integrar nuestra creencia personal en nuestra autoestima innata es una inversión excelente de nuestro tiempo y de nuestra energía.

Nosotros llevamos las riendas de la energía vital que nos sostiene y que nos conecta con una realidad cósmica más amplia. Cuando abdicamos e ignoramos nuestra habilidad de crear la realidad, en el fondo estamos transfiriendo nuestro poder para que otros nos manejen. La tendencia de pensar que otros nos van a salvar es algo que se ha grabado a fuego en los seres humanos.

Nadie nos va a salvar: para florecer y crecer tenemos que aceptar hacernos cargo de nuestras vidas. Nuestros sentimientos son importantes para comprender cómo funcionamos. Una vez más, cuando sigamos nuestros sentimientos encontramos nuestras creencias y cuando descubramos nuestras creencias, nos hallamos cara a cara con el concepto que usamos para construir nuestra versión de la realidad.

Para ampliar nuestra conciencia y sentir que el poder es nuestro, tenemos que estar dispuestos a examinar los pensamientos descubiertos por nuestros sentimientos, ya que éstos, una vez observados y examinados, pueden ser rastreados hasta sus orígenes y pueden desvelar sus propósitos.

No es cierto que estemos perpetuamente imbuidos en nuestros pensamientos o al ser que pensamos que somos ni tampoco estamos limitados eternamente por la sangre de nuestros antepasados.

Somos un producto que hemos fabricado nosotros mismos, un cúmulo de ideas y experiencias que han sido recogidas a lo largo del tiempo y lo podemos utilizar a nuestro favor para construir la versión de la realidad que deseamos profundamente. El conocimiento es poder y nos sería muy útil recordar este antiguo y obvio dicho. Cada pensamiento que tenemos tiene un poderoso impacto en nuestro mundo.

La claridad en el pensamiento, en la palabra y en los hechos es de vital importancia para crear una versión apetecible de la vida. En los tiempos antiguos, el poder de la palabra se conocía como el arte de la vieja magia. El lenguaje es una herramienta poderosa para dirigir la energía y manifestarla en la forma. Sugiero que elijamos nuestras palabras con cuidado y certeza, sabiendo lo que queremos y estableciendo intenciones claras y positivas con respecto a nuestro propósito.

El alcance de metas valiosas y de ideas es esencial para sentir el poder personal. Cada pensamiento y cada palabra influye en el gran almacén de las memorias de la mente subconsciente (pensamientos y palabras propios o aquellos que proceden del mundo exterior).

Dado que somos en gran medida telepáticos, también podemos ser influenciados por los pensamientos y actividades de otros, especialmente si nuestras fronteras no están bien delimitadas y no tenemos claro quiénes somos. Sugestiones e imágenes procedentes, por ejemplo, de espacios televisivos programan nuestra mente subconsciente e inconsciente.

Nuestros científicos han elaborado estudios con gente conectada a un EEO (medidor de ondas encefálicas) mientras estaban viendo la TV; se ha registrado actividad en las frecuencias de ondas delta correspondiente a un estado de sueño bastante influenciable mientras ves la TV.

Si no somos conscientes de nuestros pensamientos o hemos abdicado  nuestra elección de pensamientos, los aparatos electrónicos pueden influenciarnos y controlarnos fácilmente.

Nuestra mente consciente da la orden y la mente subconsciente es el centro de procesamiento donde se filtran las directrices o creencias para posteriormente llevarse a cabo. Recuperar el poder en nuestras vidas comienza con el hecho de que tengamos el control sobre nuestros pensamientos. Somos nosotros los que tenemos que decidir lo que querémos y luego conseguirlo; de otra manera, nuestra orden no tendrá ninguna intención consciente para dirigir el curso de nuestra vida.

Los tiempos en los que vivímos requieren que aparezca lo mejor de nuestras capacidades, e integrar nuestra creencia personal en nuestra autoestima innata constituye una inversión excelente de nuestro tiempo y de nuestra energía. La felicidad y la paz mental son las características de una verdadera recuperación de poder y están ahí cuando nuestra intuición y nuestros valores están equilibrados.

Mientras la energía continúa acelerándose, los temas sólo aumentarán en complejidad en cualquiera de las áreas en las que hemos evitado asumir la responsabilidad. Para prepararnos para vivir estados de conciencia más elevados y una mayor conciencia de percepción, debemos visualizar el tipo de mundo que queremos y luego debemos confiar en que lo encontremos.

Nuestra imaginación es la herramienta más poderosa para crear y cuando centramos nuestra atención con una intención clara y consciente ponemos en marcha un programa interno, que determinará nuestra experiencia del mundo exterior. Los sucesos son segmentos multidimensionales de arte vivo; el tono, el tamaño, la forma y el propósito cambian cuando aprendemos a rodear un evento y a liberar nuestra fijación en un marco emocional de tiempo.

Los eventos aumentan su significado mientras aumenta nuestra conciencia; cuando modificamos conscientemente la interpretación del mundo y abrazamos una visión de confianza y de inspiración, nuestra experiencia del mundo cambiará.

Aunque las condiciones pueden seguir siendo las mismas, como la analogía del vaso medio lleno/vaso medio vacío, elegir cómo percibímo lo que vemos prepara el escenario para todos nuestros encuentros, al igual que afecta al paradigma de las creencias colectivas.

Nuestras creencias son las que determinan quiénes somos, y las áreas en las que destacamos suelen ser aquellas en las que triunfamos porque sentimos entusiasmo y disfrutamos con lo que estamos haciendo.

Las creencias culturales sobre la naturaleza de la realidad gobiernan nuestra experiencia desde lo más hondo y lo más antiguo. Las creencias se forman a partir de las ideas sobre la realidad; esas ideas pasan a través del tiempo y se convierten en hechos, los cuales, a su vez, aparecen y definen lo que vemos porque eso es lo que nos han dicho.

Las ideas forman un lazo energético que continúa creando una holografía especialmente fuerte de la realidad sostenida por una inmensa contribución de energía desde la mente colectiva.

El resultado de este masivo soporte, que se basa en presunciones culturales jamás cuestionadas determina la estructura del mundo que actualmente encontramos. Las creencias colectivas forman una visión controlada y confabulada que todos hemos acordado ver; nos encontrámos con esos acuerdos cada día gracias a experiencias sociales, culturales y, por supuesto, personales.

La idea de que la Tierra es una experiencia única («un mundo y sólo un mundo» al que todo el mundo está apegado en la misma realidad) es, en cierto sentido, similar al antiguo pensamiento de que el mundo era plano. La estructura del mundo es un conjunto de acuerdos según los cuales actuámos: no es la única versión del mundo.

La naturaleza es flexible y está repleta de posibilidades multidimensionales y nuestras creencias, decisiones y emociones juegan un papel decisivo en la creación de la versión del mundo con el que, de hecho, nos encontramos.

El campo de la existencia no tiene límites y es benévolo y, en consecuencia, nosotros somos una maravillosa e ilimitada parte de la creación.

Con seguridad, algunas de las creencias más profundas que encierran a la humanidad en infinitos lazos de confusión proceden de antiguas leyendas relacionadas con el origen del ser humano.

En la tradición judeo-cristiana, la historia de Adán y Eva dice que fue la mujer la que conversó con la serpiente y luego, siguiendo su innata curiosidad y los parámetros de su intuición, cometió supuestamente un grave pecado que tuvo como consecuencia que la humanidad fuese alejada para siempre del paraíso.

A lo largo del tiempo, millones y millones de personas han construido su vida en torno a ese cuento, creyendo fielmente que todavía tienen que pagar por esta supuesta transgresión. En cada mito se esconde siempre una parte de verdad, ya que son variaciones de enseñanzas apreciadas durante muchos años o creencias respecto a la naturaleza de la realidad además de registros que se han transmitido a lo largo de nuestro linaje ancestral.

Sin embargo, la verdad se aplicará de acuerdo con cómo se vemos el evento en la imaginación que es donde se forman las interpretaciones. Este mito en particular ha suscitado innumerables visiones reales de la realidad: la desobediencia resulta cara, por lo que es mejor obedecer; sólo Dios es omnipotente: uno no se puede fiar del cuerpo ni tampoco se puede confiar en las mujeres; nunca hagas caso a una serpiente; la humanidad es impotente y está pagando muy caro el incontrolable impulso de una mujer; las mujeres no son aptas para ser líderes; la humanidad no se merece a Dios y por ello «la caída» a un mundo cruel y duro es el castigo que sigue vigente.

De una manera u otra, las implicaciones de vergüenza e impotencia residen en la base de esas interpretaciones aceptadas de esa historia tan respetada que confirma totalmente la enraizada creencia cultural de victimismo, el peor estado y con total ausencia de poder.

La impotencia procede de la creencia de que no tenemos ningún control sobre nuestro entorno y queda reforzada con la consideración de que el pasado es una situación válida para eventos presentes y futuros. La necesidad se basa en el deseo de que otro moldeara nuestro destino. No somos pecadores, no tenemos culpa ni tampoco somos impotentes.

Cuando elegimos creer que debemos adorar, venerar e imitar a seres cuya conducta es, supuestamente, mejor que la nuestra, no nos estamos haciendo ningún favor. Somos iguales a cualquier campo de la existencia y cualquier parle de la creación.

Extracto del libro “Recuperar El Poder”. Sabiduría Pleyadiana para un mundo en caos.
Barbara Marciniak

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí