CAPÍTULO III

TRANSMUTACIÓN MENTAL

«La mente (así como los metales y los elementos) puede ser transmutada, de estado a estado; de grado a grado; de condición a condición; de polo a polo; de vibración a vibración. La verdadera transmutación hermética es un arte mental.»

El Kybalion.

Como hemos establecido, los hermetistas fueron los alquimistas, astrólogos y psicólogos originales, habiendo sido Hermes el fundador de estas escuelas de pensamiento. A partir de la astrología ha crecido la astronomía moderna; a partir de la alquimia ha crecido la química moderna; a partir de la psicología mística ha crecido la psicología moderna de las escuelas. Pero no debe suponerse que los antiguos eran ignorantes de aquello que las escuelas modernas suponen ser su propiedad exclusiva y especial.

Los registros grabados en las piedras del antiguo Egipto muestran exclusivamente que los antiguos tenían un pleno conocimiento comprensivo de la astronomía, mostrando la misma edificación de las pirámides la conexión entre su diseño y el estudio de la ciencia astronómico. Ni ignoraban la química, pues los fragmentos de las antiguas escrituras muestran que estaban familiarizados con las propiedades químicas de las cosas; de hecho, las teorías antiguas concernientes a la física están siendo lentamente verificadas por los últimos descubrimientos de la ciencia moderna, principalmente los que se relacionan con la constitución de la materia.

Ni debe suponerse que fueran ignorantes de los descubrimientos supuestamente modernos en psicología; al contrario, los egipcios estaban especialmente adiestrados en la ciencia de la psicología, particularmente en las ramas que las escuelas modernas ignoran, pero que, no obstante, están siendo puestas al descubierto bajo el nombre de «ciencia psíquica», lo que está dejando perplejos a los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles reluctantes a admitir que «puede haber algo en ello después de todo».

La verdad es que bajo la química, la astronomía y la psicología materiales (esto es, la psicología en su fase de «acción cerebral»), los antiguos poseían un conocimiento de astronomía trascendental llamado astrología; de química trascendental, llamado alquimia; de psicología trascendental, llamado psicología mística. Poseían el conocimiento interno, así corno el conocimiento externo, siendo poseído por los científicos modernos solamente el último. Entre las muchas ramas secretas del conocimiento poseídas por los hermetistas, estaba la conocida como la transmutación mental, que forma la materia de esta lección.

«Transmutación» es un término usualmente empleado para designar el antiguo arte de la transmutación de los metales -particularmente de los metales bajos en oro-. La palabra «transmutar» significa «cambiar de una naturaleza, forma o sustancia a otra; transformar» (Webster). Y acordemente, «transmutación mental» significa el arte de cambiar y transformar estados, formas y condiciones mentales en otros. Así que podéis ver que la transmutación mental es el «arte de la química mental», si gustáis del término -una forma de psicología mística práctica.

Pero esto significa mucho más de lo que parece en la superficie. La transmutación, la alquimia o la química, en el plano mental es lo bastante importante en sus efectos, con seguridad, y si el arte se detuviese habría aún ahí una de las más importantes ramas de estudio conocidas por el hombre. Pero éste es sólo el comienzo. ¡Veamos porqué! El primero de los siete principios herméticos es el principio de mentalismo, cuyo axioma es «EL TODO es mente; el universo es mental», que significa que la realidad subyacente del universo es mente; y el universo mismo es mental, esto es, «existente en la mente del TODO»-. Consideraremos este principio en lecciones sucesivas, pero veamos el efecto del principio si se asumiera que es verdadero.

Si el universo es mental en su naturaleza, entonces la trasmutación mental debe ser el arte de CAMBIAR LAS CONDICIONES DEL UNIVERSO, a lo largo de las líneas de materia, fuerza y mente.

Ves, por consiguiente, que la transmutación mental es realmente la «magia» de la que los antiguos  escritores tenían tanto que decir en sus obras místicas, y sobre la que dieron tan pocas instrucciones prácticas. Si todo es mental, entonces el arte que le capacita a uno para transmutar condiciones mentales debe hacer al maestro el controlador de las condiciones materiales, así como de las ordinariamente llamadas «mentales».

Como una cuestión de hecho, nadie sino los alquimistas mentales avanzados han sido capaces de alcanzar el grado de poder necesario para controlar las condiciones físicas más groseras, tales como el control de los elementos de la Naturaleza; la producción o cesación de tempestades; la producción y cesación de terremotos y otros grandes fenómenos físicos. Pero que tales hombres han existido, y existen hoy en día, es una cuestión de creencia sincera para todos los ocultistas avanzados de todas las escuelas. Que los maestros existen, y tienen estos poderes, lo aseguran los mejores instructores a sus estudiantes, habiendo tenido experiencias que les justifican en tales creencias y afirmaciones.

Estos maestros no hacen exhibiciones públicas de sus poderes, sino que buscan la reclusión de las multitudes de gente, a fin de trabajar mejor su camino a lo largo del sendero de consecución.

Mencionamos su existencia, en este punto, meramente para llamar vuestra atención hacia el hecho de que su poder es enteramente mental, y opera a lo largo de las líneas de la transmutación mental superior, bajo el principio hermético de mentalismo. «El universo es mental», El Kybalion.

Pero los estudiantes y hermetistas de menor grado que los maestros -los iniciados e instructores son capaces de trabajar libremente a lo largo del plano mental, en la transmutación mental. De hecho, todo lo que llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia mental», «ciencia mental», «fenómenos del nuevo-pensamiento», etc., opera a lo largo de las mismas líneas generales, pues no hay sino un principio involucrado, no importa por qué nombre puedan ser llamados los fenómenos.

El estudiante y practicante de la transmutación mental trabaja entre el plano mental, transmutando condiciones mentales, estados, etc., en otros, de acuerdo con diversas fórmulas, más o menos eficaces. Los diversos «tratamientos», «afirmaciones», «negaciones», etc., de las escuelas de ciencia mental no son sino fórmulas, a menudo bastante imperfectas y acientíficas, del arte hermético. La mayoría de los practicantes modernos son bastante ignorantes comparados con los antiguos maestros, pues carecen del conocimiento fundamental sobre el que está basado el trabajo.

No sólo son cambiados o transmutados los estados mentales, etc., de uno mismo por los métodos herméticos; sino que también los estados de otros pueden, y son, constantemente transmutados del mismo modo, usualmente de modo inconsciente pero a menudo conscientemente, por algunos que entienden las leyes y principios en casos en los que la gente afectada no está informada de los principios de autoprotección. Y más que esto, como muchos estudiantes y practicantes de la moderna ciencia mental saben, toda condición material dependiente de las mentes de otra gente puede ser cambiada o transmutada de acuerdo con el deseo sincero, la voluntad y «tratamientos» de la persona que desea condiciones de vida cambiadas.

El público está tan generalmente informado respecto a estas cosas en el presente, que no estimamos necesario mencionarlas en largura, siendo nuestro propósito en este punto meramente mostrar el principio y el arte herméticos que subyacen a todas estas diversas formas de práctica, buenas y malas, pues la fuerza puede ser usada en direcciones opuestas de acuerdo con los principios herméticos de polaridad.

En este pequeño libro estableceremos los principios básicos de la transmutación mental, de modo que todos los que lo lean puedan captar los principios subyacentes, y poseer así la llave maestra que abrirá las muchas puertas del principio de polaridad.

Procederemos a una consideración del primero de los siete principios herméticos –el principio de mentalismo-, en el que está explicada la verdad de que «EL TODO es mente; el universo es mental», en palabras de El Kybalion.

Pedimos la atención estrecha, y el cuidadoso estudio de este gran principio, de parte de nuestros estudiantes, pues es realmente el principio básico de toda la filosofía hermética y del arte hermético de la transmutación mental.

                         CAPÍTULO IV

EL TODO

«Bajo y tras del universo de tiempo, espacio y cambio, ha de encontrarse siempre la realidad sustancial, la verdad fundamental.»

El Kybalion.

 «Sustancia» significa: «aquello que subyace a todas las manifestaciones externas; la esencia; la realidad esencial; la cosa en sí», etc. «Sustancial» significa: «existiendo realmente; siendo el elemento esencial; siendo real», etc. «Realidad» significa: «él estado de ser real; verdadero, duradero; válido, fijo, permanente; efectivo», etc.

Bajo y detrás de todas las apariencias o manifestaciones externas, debe haber siempre una realidad sustancial. Ésta es la ley. El hombre, al considerar el universo del que es una unidad, no ve sino cambio en la materia, las fuerzas y los estados mentales. Ve que nada realmente ES, pero que todo está VINIENDO A SER y CAMBIANDO. Nada permanece quieto -todo está naciendo, creciendo, muriendo-, el mismo instante en que una cosa alcanza su cima empieza a declinar -la ley del ritmo está en operación constante-, no hay ninguna realidad, cualidad duradera, fijeza o sustancialidad en nada; nada es permanente sino el cambio.

Él ve todas las cosas evolucionando a partir de otras cosas, y resolviéndose en otras cosas -una constante acción y reacción; influjo y eflujo; edificación y derrumbamiento; creación y destrucción; nacimiento, crecimiento y muerte-. Nada dura sino el cambio.

Y si es un hombre que piensa, realizará que todas estas cosas cambiantes no deben ser sino las apariencias o manifestaciones externas de algún poder subyacente -alguna realidad sustancial.

Todos los pensadores, en todas las tierras y en todos los tiempos, han asumido la necesidad de postular la existencia de esta realidad sustancial. Todas las filosofías merecedoras del nombre han estado basadas sobre este pensamiento. Los hombres le han dado muchos nombres a esta realidad sustancial -algunos la han llamado por el término de deidad (bajo muchos títulos); otros la han llamado «la energía infinita y eterna»; otros han tratado de llamarla «materia»-, pero todos han reconocido su existencia. Es auto-evidente -no necesita ningún argumento.

En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más grandes pensadores del mundo, tanto antiguos como modernos -los maestros herméticos- y hemos llamado a este poder subyacente -esta realidad sustancial- por el nombre hermético de «EL TODO», término que consideramos el más comprensivo de los muchos términos aplicados por el hombre a ESO que trasciende nombres y términos.

Aceptamos y enseñamos el punto de vista de los grandes pensadores herméticos de todos los tiempos, así como el de esas almas iluminadas que han alcanzado planos superiores del ser, ambos de los cuales afirman que la naturaleza interna del TODO es INCOGNOSCIBLE. Esto debe ser así, pues nada sino EL TODO mismo puede comprender su propia naturaleza y ser.

Los hermetistas creen y enseñan que EL TODO, «en sí mismo», es y debe ser siempre INCOGNOSCIBLE. No consideran todas las teorías, conjeturas y especulaciones de los teólogos y metafísicos concernientes a la naturaleza interna del TODO, sino como pueriles esfuerzos de mentes mortales por captar el secreto del infinito. Tales esfuerzos han fallado siempre y siempre fallarán, por la naturaleza misma de la tarea. Uno que persigue tales pesquisas viaja dando vueltas y vueltas en el laberinto del pensamiento, hasta que está perdido a todo razonamiento, acción o conducta sanos, y del todo inadecuado para el trabajo de la vida.

Él es como la ardilla que corre frenéticamente dando vueltas a la redonda rueda de molino de su jaula, viajando siempre y sin embargo no llegando a ninguna parte – al final todavía una prisionera-, y hallándose justo donde comenzó.

Y aún más presuntuosos son aquellos que intentan adscribir al TODO la personalidad, cualidades, propiedades, características y atributos de ellos mismos, adscribiendo al TODO las emociones, sentimientos y características humanos, incluso hasta las más mezquinas cualidades de la humanidad, tales como celos, -susceptibilidad a la adulación y la alabanza, deseo de ofrendas y adoración, y todas las otras supervivientes de los días de la infancia de la raza. Tales ideas no son dignas de hombres y mujeres crecidos, y están siendo rápidamente descartadas.

(En este punto puede ser apropiado que establezca que hacemos una distinción entre religión y teología, entre filosofía y metafísica. Religión, para nosotros, significa esa realización intuitiva de la existencia del TODO, y la relación de uno con él; mientras que teología significa los intentos de los hombres por adscribirle personalidad, cualidades y características; sus teorías concernientes a sus asuntos, voluntad, deseos, planes y designios; y su asunción del oficio de «mediadores» entre EL TODO y la gente.

Filosofía significa, para nosotros, la pesquisa tras el conocimiento de las cosas cognoscibles y pensables; mientras que metafísica significa el intento por llevar la pesquisa sobre y más allá de los límites y a regiones incognoscibles e impensables, y con la misma tendencia que la de la teología. Y consecuentemente, tanto religión como filosofía significan para nosotros cosas que tienen raíces en la realidad, mientras que la teología y la metafísica parecen como cañas rotas, enraizadas en las arenas movedizas de la ignorancia, y no proporcionando nada sino el más inseguro soporte para la mente o el alma del hombre.

No insistimos en que nuestros estudiantes acepten estas definiciones, las mencionamos meramente para mostrar nuestra posición. En cualquier caso, oirás muy poco sobre teología y metafísica en estas lecciones.)

Pero mientras que la naturaleza esencial del TODO es incognoscible, hay ciertas verdades conectadas con su existencia que la mente humana se encuentra compelida a aceptar. Y un examen de estos dictámenes forma un tema de investigación apropiado, particularmente por cuanto que coinciden con los dictámenes de los iluminados en los planos superiores. Y a esta investigación los invitamos ahora.

«AQUELLO que es la verdad fundamental -la realidad sustancial- está más allá de toda denominación verdadera, pero los sabios lo llaman EL TODO.»

El Kybalion.

«En su esencia, EL TODO es INCOGNOSCIBLE.»

El Kybalion.

«Pero el dictamen de la razón debe ser hospitalariamente recibido, y tratado con respeto.»

El Kybalion.

La razón humana, cuyos dictámenes debemos aceptar mientras pensamos, nos informa como sigue con respecto al TODO, y eso sin intentar apartar el velo de lo incognoscible:

  1. EL TODO debe ser TODO lo que REALMENTE ES. No puede haber nada existiendo fuera del TODO, de otro modo EL TODO no sería EL TODO.
  2. EL TODO debe ser INFINITO, pues no hay nada más para definir, confinar, atar, limitar o restringir al TODO. Debe ser infinito en el tiempo, o ETERNO. Debe haber existido siempre continuamente, pues no hay nada más para haberlo creado nunca, y algo nunca puede desarrollarse a partir de nada, Y si hubiera «no sido» alguna vez, incluso por un momento, no «sería» ahora-; debe existir continuamente por siempre, pues no hay nada para destruirlo, y nunca puede «no ser», siquiera por un momento, porque algo nunca puede convertirse en nada. Debe ser infinito en el espacio, debe estar en todas partes, pues no hay ningún lugar fuera del TODO-; no puede ser más que continuo en el espacio, sin ruptura, cesación, separación o interrupción, pues no hay nada que rompa, separe o interrumpa su continuidad, y nada con lo que «rellenar los huecos». Debe, ser infinito en poder, o absoluto, pues no hay nada para limitarlo, restringirlo, constreñirlo, confinarlo, perturbarle o condicionarlo -no está sujeto a ningún otro poder, pues no hay otro poder.
  3. EL TODO debe ser INMUTABLE o no sujeto a cambio en su naturaleza real, pues no hay nada para efectuar cambios sobre él; nada en lo que podría cambiar, ni a partir de lo que podría haber sido cambiado. No puede ser añadido ni sustraído, incrementado o disminuido, ni volverse mayor o menor en ningún aspecto. Debe haber sido siempre, y debe permanecer siempre, justo lo que ahora es –EL TODO-; nunca ha habido, no hay ahora y nunca habrá alguna otra cosa a la que pueda cambiar.

Siendo EL TODO infinito, absoluto, eterno e incambiable, debe seguirse que cualquier cosa finita, cambiable, fugaz y condicionada no puede ser EL TODO. Y puesto que no hay nada fuera del TODO, en realidad, entonces cualquiera de, y todas, esas cosas finitas deben ser como nada en realidad.

Ahora bien, no os obnubiléis, ni os asustéis; no estarnos tratando de conduciros al área de la ciencia cristiana bajo la cubierta de la filosofía hermética. Hay una reconciliación de este estado de cosas aparentemente contradictorio. Sed pacientes, llegaremos a ello con el tiempo.

Vemos alrededor nuestro eso que se llama «materia», que forma el fundamento físico para todas las formas. ¿Es EL TODO meramente materia? ¡No del todo! La materia no puede manifestar vida o mente, y puesto que la vida y la mente están manifestadas en el universo, EL TODO no puede ser materia, pues nada se eleva más alto que su propio origen; nada se manifiesta nunca en un efecto que no esté en la causa; nada se desarrolla como un consecuente que no esté involucrado como un antecedente.

Y además la ciencia moderna nos informa que no hay realmente tal cosa como la materia; que lo que llamamos materia es meramente «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza a una frecuencia baja de vibración. Como ha dicho un escritor reciente, «la materia se ha fundido en el misterio». Incluso la ciencia material ha abandonado la teoría de la materia, y descansa ahora sobre la base de la «energía».

Entonces, ¿es EL TODO mera energía o fuerza ? No energía y fuerza como los materialistas usan los términos, pues su energía y fuerza son cosas ciegas, mecánicas, vacías de vida o mente. Vida y mente nunca pueden desarrollarse a partir de una energía o fuerza ciega, por la razón dada hace un momento:

«Nada puede elevarse más alto que su origen; nada se desenvuelve a no ser que esté envuelto; nada se manifiesta en el efecto a no ser que esté en la causa.» Y, así pues, EL TODO no puede ser mera energía o fuerza, pues, si lo fuera, entonces no habría cosas tales como vida y mente en existencia, y sabemos que no es así, pues estamos vivos y usando la mente para considerar esta misma cuestión, e igual lo están esos que alegan que todo es energía o fuerza.

¿Qué hay, pues, superior a la materia o la energía que sepamos que es existente en el universo?

¡VIDA Y MENTE! ¡Vida y mente en todos sus grados variables de desenvolvimiento! «Entonces», preguntaréis, «¿quieres decimos que EL TODO es VIDA y MENTE?» ¡Sí! y ¡no! Es nuestra respuesta.

¡Si quieres decir vida y mente tal como nosotros mortales las conocemos, decimos no! ¡EL TODO no es eso! «Pero, ¿qué clase de vida y mente quieres dar a entender?», preguntaras.

La respuesta es «MENTE VIVIENTE, tan por encima de lo que los mortales conocen por esas palabras, como vida y mente son superiores a las fuerzas mecánicas, o materia; MENTE VIVIENTE INFINITA por comparación con vida y mente finitas». Queremos decir lo que las almas iluminadas quieren decir cuando pronuncian reverentemente la palabra: «iESPíRITU!» «EL TODO» es mente viviente infinita. ¡El iluminado lo llama ESPÍRITU!.

Continuamos en la siguiente publicación con los siguientes capítulos 5 y 6 del libro El Kybalion.

¡Victory of the Light!

 

 

 

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